Cuéntame lo de la otra vez.
Había una vez una vez. Esta vez necesitaremos de otras veces para poder contarla.
Otra vez había un cuento. Esta vez era un cuento que no sabía qué contar, porque todos los cuentos ya los habían contado las otras veces. Una se llamaba Juana, otra no se acuerda, pero esta vez no vamos a contar sobre aquellas, sino sobre el cuento de la otra vez.
La otra vez venía el cuento llorando a la clase, porque no había hecho el deber, y el deber esa vez era ser contado por una voz que el cuento nunca encontró.
¿Cuántas veces tengo que contarte el mismo cuento?–le dijo la mamá, una vez cansada, y el cuentito se puso a llorar.
¡Otra vez llorando! Eres el colmo.
Esa vez era tan linda… que el cuento se enamoró de ella.
Llegaba todos los días luciendo botones de claveles en la cabellera, se veía tan hermosa, que las otras veces la envidiaban. Aunque las otras veces también tenían botones, pero éstos no eran flores sino accesorios para el vestido, si es que no eran los criados de la casa del cuentito.
Otra vez había un cuento. Esta vez era un cuento que no sabía qué contar, porque todos los cuentos ya los habían contado las otras veces. Una se llamaba Juana, otra no se acuerda, pero esta vez no vamos a contar sobre aquellas, sino sobre el cuento de la otra vez.
La otra vez venía el cuento llorando a la clase, porque no había hecho el deber, y el deber esa vez era ser contado por una voz que el cuento nunca encontró.
¿Cuántas veces tengo que contarte el mismo cuento?–le dijo la mamá, una vez cansada, y el cuentito se puso a llorar.
¡Otra vez llorando! Eres el colmo.
Esa vez era tan linda… que el cuento se enamoró de ella.
Llegaba todos los días luciendo botones de claveles en la cabellera, se veía tan hermosa, que las otras veces la envidiaban. Aunque las otras veces también tenían botones, pero éstos no eran flores sino accesorios para el vestido, si es que no eran los criados de la casa del cuentito.
El colmo en realidad nunca aparecía…creo que también estaba buscando algo para contar. Hasta que una vez floreció y se contaron pétalos, ramas, colores, arreglos; novelas de jardines en los que algunas veces se concebían otros relatos de amor y traición (de esas que al cuento lo hacían llorar).
Pero esas veces eran historias de verdad, no eran puros cuentos, como sí lo era éste al que nadie quería contar, ¡qué colmo!
Una vez cansada le contaba que había amanecido un poco gay y que se hallaba en medio de un campo de flores, y que tenía un tejado sostenido por maderos como el que a él le gustaba ilustrar en su imaginación, pero nunca le terminaba de contar lo de la otra vez porque siempre se quedaba dormida, y le decía: “la próxima vez te cuento el final”.
Y el final, ya sabía el cuentito que se había ido de vacaciones con el colmo, y como era de suponerse, esa vez tampoco hizo la tarea.
Pero lo importante es que esta vez podemos evitar que el cuentito llore contando con nuestra voz interior las veces y los cuentos de las que este mismo se colmó.
Una vez cansada le contaba que había amanecido un poco gay y que se hallaba en medio de un campo de flores, y que tenía un tejado sostenido por maderos como el que a él le gustaba ilustrar en su imaginación, pero nunca le terminaba de contar lo de la otra vez porque siempre se quedaba dormida, y le decía: “la próxima vez te cuento el final”.
Y el final, ya sabía el cuentito que se había ido de vacaciones con el colmo, y como era de suponerse, esa vez tampoco hizo la tarea.
Pero lo importante es que esta vez podemos evitar que el cuentito llore contando con nuestra voz interior las veces y los cuentos de las que este mismo se colmó.
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