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Enfrento a la página en blanco que sabe que tengo un alma.
Desanudada.
Que se vuelve endiablada a recordarme que hay un dolor por sobre todas las cosas.
Que hay un dolor aguacero del mundo al que vino a sangrar,
Que nada.
No quiero acordarme y soy un violín. Un tocadiscos, una aguja que apenas roza el sonido de no querer -te- esperar -te- ni soñar -te- ni temer que -te- fueras más. Ni tener que entregarme al vacío ilusorio inevitable que toca y que redobla las palabras para des-romper una guitarra.
A veces, apenas. Casi, quizás.
La música invita a salírseme el alma que está rota como una bomba de agua.


                                                                                                                               London, 13-08-17

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