La obra loca de un verdad-ero conjunto.

Hoy le puse una atención especial a la última función de “Soliloquio Épico Coral”, del grupo Arawa. Hoy le puse un silencio, y, como espectadora repetidora, los sentí más encontrados, pero aún mejor que eso: me encontré en ellos. El teatro como una nave, como un gran barco si es puerto, en vía a lo imposible. Y por querer describir la ciudad, terminar hablando de sí mismo. Y ese sí es el sí mágico. Yo me despojo de mi persona para recrear, bien encaja esa palabra, suena el timbre y mil voces entonan una “e”, o una vocal cualquiera, con el mismo objetivo liberador de salir de un tedio… Y el tedio de escribir se adquiere desde la misma pasión del escribir. De repente, te agarras de una palabra, de un concepto mejor, y lo vuelves alabadísimo, sí, alabadísimo… y todo tiene que ir alrededor de ese concepto, cuando a veces las palabras sólo quieren ser libres, quieren ser humanas. Ahí me encontré yo en mi bloqueo, ahí con mis compañeros del arte… del arte de decir, del arte también de callar, del arte de desmoronarse al desahogo cuando decimos mucho, cuando callamos más. El teatro como una puerta abierta a cualquier lugar… ¿Y la obra? Esta es. Gracias, compañeros, deportistas, deportados, portadores del “signifi-¿qué?”, Apasionados. Gracias porque si no estuvieran, si no hubieran, no pasa nada, y a veces, por mi mente, sus fantasmas son necesarios, porque sin ellos me miraría al espejo siempre intacta. Que el mar conduzca al teatro entonces siempre hacia el dónde... hacia la vida.

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