Una tarde de regresos familiares.



A las cuatro de la mañana, yo estaba en no sé qué sueño antiguo, cuando suena y suena el teléfono, y suena antiguo: era el celular de la Pame, que se había quedado en mi carro. Y eso no quiere decir que estaba yo durmiendo en el carro, sino que lo había sacado del carro y guardado antes de irme a fundir en esos sueños antiguos. Me despertó un teléfono antiguo que era un celular. Y ahora no pensaba, porque pensar me es difícil cuando estoy en mis tratamientos post-casi-matrimoniales, cuando más bien mi cerebro tiene su camisa de fuerza, de la que he logrado zafarme poco a poco gracias al arte-miso, que va entre la espiritualidad y el teatro, entre las letras inventadas y los colores plasmáticos: que van entre la ciencia y el artemiso, que es el amor... y la música. Me acompaño de los otros gracias a que tenemos ese afán de trascendencia y escribimos y plasmamos y recreamos como niños. Tengo que aprender a recrear dentro de mi contexto, o si no voy a seguir pareciendo una flor loca que se riega en la pileta. No sé qué hay de malo en eso, no hay nada de malo, pero para mi familia eso ya está sospechoso... Debo salir a soñar cuando todos estén dormidos, cuando pueda volver a entrar en la dimensión recurrente, y acompañarme lejos de casa de mis amigas floripondias, como la V, o la C, o la P. Las Q, las queridas, como hermanas, de las que a veces me canso, por ser tan parecidas a mi. Pero ya he estado mucho tiempo sin mi. Mi, la Sol... Quiero que me vuelva la voz, ya no quiero ser la Sirenita, David. Me quedo en mi mar, cantando con los Sebastianes. Te dejo aunque no te deje, con tus misogenías. Quiero estar yo, más que estar bien. Me vuelvo a importar, sean las que sean... E, e, e... no sé si me casaré, si tú lo quieres lo haré, y si no, pues también. Maritza me dijo que "ya si se me va el amor"...pero no lo puedo creer. Déjame, ¿sí? Déjame ser. Me dejo yo... me dejo volver.

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