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Comprendiendo que a veces el título tiene en su cuerpo demasiado prejuicio, no he podido nombrar mis juegos de palabras espontáneos como no se pueden desabstraer los delirios subconscientes cuyo significado apenas se deduce. La voz del hombre me demanda palabras, me suplica que lo escriba que lo dictamine que lo englose y lo poeme sin pausa ni merienda. Sí, escribir es la forma más sana de delirar. Contenida en mis imparables pensamientos, cohibida por mi propio deseo, haciendo mi trabajo nudista y simbólico y guardando lo que me guste para luego. Gerundiando al fin desmedido, escuchando palabras suicidas, ese sonido dulce de la máquina dándole cuerda al muñeco con el que nos recibe la cuna y con el que quisiéramos estar para toda la muerte y con el que esperamos lo que sabemos que no podemos esperar y con el que convenimos y con el que no funcionamos en el mundo que es para los vivos… a nosotros se nos obliga al sometimiento y a la entrega desabrida, al pegajoso sudor y la verde saliva del llamado humano. Amo la tristeza animal, desperdicio a mis hijos por el mundo, si sufren me los como y si los tocan los abandono. Lograr percibirse es invitarse a perder el propio olor. Todo lo terrible está en nosotros. Arte ven a reflejarte. La modernidad no aprecia el espíritu. Regala páginas prostitutas donde canto el desencanto.