y vino su ausencia



Y usted se encierra, dejando pensar que espera… cuando es posible que espere…




Y en el fondo podría ser más sencillo el hecho de que usted se encierre, de que usted espere… que la impresión que se produce al no poder evitar que el pensamiento se desglose subjetivamente atado a las ideas oscuras de quien tiene un alma que también ha embriagado y sufre al ver que usted se digna al punto de creer que es el único ser al que le ha quedado una mancha luego de un delirio afectivo.




Usted hace como si se encerrara, como si no esperara a que aparezca quien le alivie los dolores y le brinde de la misma copa un futuro rojo y fuerte. Y usted se excusa en esa copa rota para no darse, consciente de que no sólo se bebe una vez, y se niega y le da mareos a la imagen de que ese alguien podría estar justo al pie de su claustro.


Y lamento que ese alguien sepa tanto de su vacío, ese que es tan de temer, y tema.


Y entonces se parará fuera de su atrio, se parará y no hará más… respetando sus rúbricas, mientras usted finge no querer el asalto de sus umbrales.


Es una pena que usted se encierre y espere que alguien tome el riesgo de entrar, cuando sabe que allí dentro no encontrará el trago que usted ya no promete ser, aun sabiendo que sabe, aun sabiendo que puede.
Lamento que ese alguien que se posa fuera de usted vea frente a su copa, no la oportunidad de aplacar el motivo de su encierro, sino la de remendar sus propias heridas bebiendo las suyas.
Y no lamento tanto ese encierro como ese respeto… pues lo verdaderamente lamentable sería que usted no añeje, y entonces se lo pierda.







"El vino es semejante al hombre: Jamás se sabrá hasta qué
punto es posible estimarlo y despreciarlo, amarlo y odiarlo, ni de cuántos actos
sublimes o fechorías monstruosas es capaz".


Charles Baudelaire.

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