Carta de un vestigio del futuro #30

Iba a escribirte tal vez la que sería una última carta, cuando me encontré con mi yo del pasado, y entendí mucho más de lo que el dolor me trajo para renacer. Ahora sé que tuve un gran amor, un amor inmenso, un amor divino, y al lado de ese amor, una nota que me dejé. Llenando este cuaderno que se acaba como una canción, me recordé aprender a tocar bien, porque cuando te conocí pensé que era lo que necesitaba, tanto como tú buscabas mi atención, así como buscas el reconocimiento y no te importa realmente el arte... He ahí la diferencia que no supe concebir en mi afán de atajar un sueño que tengo, algo normal para un artista, algo que está por el arte, para el arte y desde el arte, y tú apenas tienes un gran talento. ¿Sabes? Hubo momentos en que me causó fastidio verte en el escenario, hubo un momento en que me llegó la publicidad de tu canción y puse que ya no quería ver eso, ¿por qué? Me preguntó el sistema, y yo escogí la opción de "ya lo compré". 

Me estabas enseñando que yo ya lo tenía todo, que ya no necesitaba un músico, que yo solita era la música siendo una poeta. A veces los poemas se nos salen de las manos, se nos convierten en alguien que llega a exprimir nuestra vulnerabilidad, en alguien que solo tiene ese poder escorpionano, en cuya malicia ya no creo. Y no creo porque me ha transformado a mí misma en águila, en un estado al que no me atrevía. Me enseñaste lo más duro de haberme separado, lo más doloroso de crecer y lo más pesado de aprender a estar solo... Fue muy lindo cuando me dijiste que me veías cada vez mejor, te sentías parte del proceso porque yo te tomé como espejo, no el de mi boca que conforma otro poema de despecho, no: un espejo de cuán resiliente puedo ser... Eres un maestro, el maestro eras tú y la estudiante música era yo. Aprendí que ya lo tenía todo, supe levantar vuelo, pero prefería tropezarme antes de vivir el proceso de transformación. Hoy no me dejaste alternativa, hoy fuiste el malo y te fuiste siendo el malo. Pero para soltarte yo necesitaba que me mataras, no solo con la verdad, sino que gatillaras con toda tu oscuridad. Solo así, desde el dolor más profundo, yo podría ver la noche y todas mis estrellas. Gracias por traicionarme, en el fondo siempre supe que la genialidad de la que me enamoré no estaba en ti, te hice mi espejo, un espejo de todo lo que quiero, y quiero verte amanecer.
Quedarme solo con las velas y los inciensos que prendí junto a ti, quedarme encendida y dejar que el placer se anide en el alma apuñalada, que cicatrice con él bien arropado, y recordarte como mi mejor rito. Gracias por amarme en el fondo y al final, por tu debilidad y por tus ganas de ser considerado, por hacerme sentir el firmamento. 
Estrellarse no se llama así sin motivos, hoy decido hacerlo diferente, hoy decido detenerme a comprender que mudar trae un dolor necesario, hoy decido ser yo quien lo afronte, hoy me arranco las plumas, las dejo ir como señales. Hoy vuelvo a Dios y entonces vuelvo a mí, a decirme todas mis palabras en todas tus cartas. Me enseñaste a desarrollar mis superpoderes, fuiste la verdadera kriptonita, baby, porque yo lo pedí así, por todo lo que quise SER contigo. Es la inmensidad de mi corazón, no la fuerza, la que hace que yo aprenda un poco más la divinidad. 
Tú sólo eres un pendejo, un pendejo superstar que me inspiró a reponerme de la forma más caótica... que me inspiró a sanar como mártir, 
algo que no era para nada necesario, pero solo una experiencia religiosa como esta puede enseñarte el sentido del sacrificio, solo el amor que te di te podía salvar. Me hiciste un héroe en el amor, me hiciste ser la tentación para aprender a amar, ya no mucho más, sino mejor. Yo te bendigo, porque ahora soy una santa, una bruja santa que va en parapente con dirección al futuro, ahora - reflejada en ti- yo soy el vestigio del futuro. 

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